Creía que los giros libres eran magia… hasta que mi algoritmo me susurró: “No es suerte, es impuesto”. Las tragamonedas no pagan, te cobran en minutos de desesperación. El jackpot no crece: ¡te engulle! Si buscas fortuna, ya estás en el templo vikingo del algoritmo — y sí, la bruja sabia te está mirando con lágrimas de dorado. ¿Sigues jugando? … o ya te fuiste por tu tercera pérdida… ¡como un vampiro digital!